Jiménez Deredia

Sempre venerdì, alle 16.30 nella sala Pacinotti,  la Pisa University Press, casa editrice dell’Università di Pisa, presenta il volume “La Ruta de la Paz. Quando il sogno di un artista diventa realtà”, di Sonia Gomiero. L’incontro avrà come protagonista lo scultore costaricano Jorge Jiménez Deredia. Pisa, 20/11/2012 – Il comunicato dell’Università di Pisa – In occasione della X edizione del Pisa Book Festival, che si terrà dal 23 al 25 novembre al Palazzo dei Congressi di Pisa, la Pisa University Press, casa editrice dell’Università di Pisa, presenta il volume “La Ruta de la Paz. Quando il sogno di un artista diventa realtà”, di Sonia Gomiero. L’incontro avrà come protagonista lo scultore costaricano Jorge Jiménez Deredia e il suo progetto di ecostoria, un metodo di ricerca che si applica da qualche decennio presso l’Università di Pisa. L’appuntamento è venerdì 23 novembre alle 16.30 nella Sala Pacinotti e nell’occasione interverranno anche Ada Carlesi, presidente della Pisa University Press, e Denise Ulivieri, docente di Storia dell’Architettura dell’Università di Pisa. L’ecostoria, ossia la storia dell’abitare, consente di studiare la civiltà di tutti: anche delle civiltà definite “senza storia” ma in realtà dimenticate dalla storia ufficiale. La scultura di Deredia riprende – non solo nelle forme – la cultura dei nativi del suo Paese, i Boruca, e la attualizza in una proposta contemporanea di pacificazione globale. Su questi temi si è verificato l’incontro. La Ruta de la Paz è un progetto ecostorico, architettonico, scultoreo. Si tratta di nove spazi che saranno costruiti in altrettanti Paesi americani, dal Canada, passando per Stati Uniti, Messico, Yucatán, Costa Rica, Colombia, Perù, Cile, fino all’Argentina.

 

 

 

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Libro traza la ‘ruta de la paz’ del escultor Jorge Jiménez Deredia

Experta en ecohistoria Sonia Gomiero analiza el proyecto del nacional

Obra fue publicada por la Universidad de Pisa, en Italia, y ya se vende en el país

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ANDREA SOLANO B. ansolano@nacion.com   12:00 A.M. 13/11/2012

Nueve conjuntos de esculturas monumentales de mármol y bronce en nueve países americanos le revelan al mundo las raíces más profundas de su historia y su identidad.

IMAGENES/FOTOS

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El ambicioso proyecto la Ruta de la Paz, del escultor costarricense Jorge Jiménez Deredia, reúne escultura, arquitectura y naturaleza para explorar el significado los símbolos utilizados por civilizaciones ancestrales.

En su libro La ruta de la paz: un proyecto ecohistórico de Jiménez Deredia, la investigadora italiana Sonia Gomiero desmenuza tanto la conceptualización como el contenido de este proyecto, el cual dio inicio en junio del 2009 conDeredia: la génesis y el símbolo, una gran exposición de esculturas monumentales en los principales espacios públicos y sitios arqueológicos de Roma. La obra es una publicación de la Universidad de Pisa e incluye textos de dos catedráticos de dicho recinto académico: Piero Pierotti y Denise Ulivieri Según manifestó Jiménez Deredia, Gomiero analizó su proyecto desde el punto de vista de la ecohistoria: “Esta es una rama de la historia del arte dedicada al estudio de las culturas vernáculas; es decir, aquellas cuyo legado no quedó plasmado en la escritura, pero se puede ‘leer’ en su arquitectura y en su simbolismo. Es la historia de la humanidad, que no es atribuible a grandes artistas o arquitectos, pero en la que participó todo el pueblo”, dijo.

El escultor explicó que su proyecto fue considerado como ecohistórico. “La Ruta de la Paz tiene como protagonistas a las culturas vernáculas americanas; por ejemplo, los pueblos precolombinos, que si bien no desarrollaron la escritura, establecieron un conjunto de símbolos que funcionó como escritura y que quedó plasmado en objetos como esferas, esculturas en piedra, artefactos en oro, cerámica y jade y en su arquitectura”, dijo.

La obra analiza algunos aspectos como el tiempo, el espacio, el significado del círculo y de la figura femenina en las culturas vernáculas, así como una descripción de la primera etapa del proyecto, que es denominado Parque de la Génesis en Costa Rica, el cual está en construcción en San Rafael de Alajuela.

El libro se presenta hoy a las 6:30 p. m. en la Librería Internacional, ubicada en Multiplaza Escazú. También se presentará la obra Jiménez Deredia y la magia del Conservatorio Castella, una recopilación de anécdotas relatadas por el escritor italiano Guiseppe Prantera a raíz de su experiencia como profesor de Jiménez Deredia en el Conservatorio Castella, en la década de los setenta.

 

 

 

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Libros sobre Jiménez Deredia

 

12 DE NOVIEMBRE DE 2012

Ambos libros están a la venta en el país. (CRH)

 

 

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“La Ruta de la Paz” de Jiménez Deredia se plasma en un libro

 

 

Jorge Jiménez Deredia, escultor nacional (CRH)

Jorge Jiménez Deredia, escultor nacional (CRH)

La obra que por más de 10 diez años elaboró el escultor costarricense Jorge Jiménez Deredia llamada “La Ruta de la Paz”, que en el año 2009 se presentó en el Coliseo y Foro Romano de Italia y que posteriormente se colocará en nueve países de América, se plasmó en un libro que desde esta semana está disponible en el país. 

“La Ruta de la Paz, un proyecto ecohistórico de Jiménez Deredia”, es el nombre de este material escrito por la italiana Sonia Gomiero y que servirá como texto de estudio en las facultades de arquitectura de universidades de Europa y Latinoamérica.

El libro analiza y retrata cómo el escultor nacional elaboró este trabajo, que estará presente en Canadá, Estados Unidos, México, Guatemala, Costa Rica, Colombia, Perú, Chile y Argentina.

“La Ruta de la Paz es hacer un camino continental, en donde se puedan entender los aspectos del encuentro del ser, entonces es buscar cómo en las culturas continentales americanas desde Canadá hasta Tierra del fuego hubo símbolos que representaron momentos de esa visión. Hacer un análisis de esos símbolos y renovarlos a través del arte contemporáneo. En este libro se encuentra un análisis de las culturas vernáculas que son aquellas culturas que en lugar de escritura utilizaron símbolos para entender las cosas, como las esferas”, afirmó Jiménez Deredia.

 

Jorge Jiménez Deredia vive en Italia desde hace más de 30 años. (CRH)

El escultor explicó que en el libro se analizan los conceptos de tiempo, espacio, imago materno y circular en las culturas vernáculas que están presentes en “La Ruta de la Paz”. 

“El concepto de la maternidad en este proyecto lo trato de explicar en que nosotros venimos de una esfera que es el vientre, luego pasamos a otra esfera que es la sociedad son como burbujas que nos dan el sentido de seguridad, después otra esfera que es la Tierra y luego otra esfera que es el cosmos en nuestro universo, es una esfera porque estamos dentro de estas esferas y el concepto de la mujer es porque ella vive y da el proceso de la vida y las culturas antiguas lo consideraban muy importante”, comentó Jiménez.

En el libro se incluyen los planos de lo que será el museo de “La Ruta de la Paz” que se construye en el país, y además trae un prototipo de uno de los proyectos de la ruta, el cuál es el ejemplo de cómo se deben hacer los diferentes puntos de esta iniciativa en el continente americano.

“La Ruta de la Paz, un proyecto ecohistórico de Jiménez Deredia” se traducirá en inglés, español e italiano, y recientemente se presentó en la Feria Internacional del Libro en Frankfurt, Alemania y en diciembre se mostrará en la de Roma.

 

Ambos libros están a la venta en el país. (CRH)

Ambos libros están a la venta en el país. (CRH)

Junto a este texto, también se trajo al país la obra del escritor italiano Giuseppe Prantera Dimorano titulado: “Jiménez Deredia y la magia del Conservatorio Castella”, el cual narra las vivencias del escultor nacional cuando realizó sus estudios en ese centro educativo. 

“Este libro nace de una forma interesante, Guiseppe llegó a Costa Rica en el año 1971 y durante año y medio trabajó en el Conservatorio Castella junto a Arnoldo Herrera, luego él regresó a Italia, pero todo ese tiempo lo marcó y toda la vida él añoró sus apuntes sobre el colegio y sobre todo lo que vivió. En el 2009 él llegó a Roma y vio todas esas esculturas por toda la ciudad y cuando se enteró que de quién era el artista se dio cuenta de que yo había sido su alumno en el Castella, de ahí nace la idea de escribir este libro sobre la historia del Castella, basado en cómo me vio él como estudiante”, expresó Jiménez Deredia.

Si desea adquirir alguno de los textos, ambos se encuentran a la venta en la Librería Internacional.

 

 

 

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Costa Rica

“La Ruta de la Paz, un proyecto ecohistórico de Jiménez Deredia” se traducirá en inglés, español e italiano, y recientemente se presentó en la Feria Internacional del Libro en Frankfurt, Alemania y en diciembre se mostrará en la de Roma.

 

Ambos libros están a la venta en el país. (CRH)

Ambos libros están a la venta en el país. (CRH)

Junto a este texto, también se trajo al país la obra del escritor italiano Giuseppe Prantera Dimorano titulado: “Jiménez Deredia y la magia del Conservatorio Castella”, el cual narra las vivencias del escultor nacional cuando realizó sus estudios en ese centro educativo.

 

“Este libro nace de una forma interesante, Guiseppe llegó a Costa Rica en el año 1971 y durante año y medio trabajó en el Conservatorio Castella junto a Arnoldo Herrera, luego él regresó a Italia, pero todo ese tiempo lo marcó y toda la vida él añoró sus apuntes sobre el colegio y sobre todo lo que vivió. En el 2009 él llegó a Roma y vio todas esas esculturas por toda la ciudad y cuando se enteró que de quién era el artista se dio cuenta de que yo había sido su alumno en el Castella, de ahí nace la idea de escribir este libro sobre la historia del Castella, basado en cómo me vio él como estudiante”, expresó Jiménez Deredia.

Si desea adquirir alguno de los textos, ambos se encuentran a la venta en la Librería Internacional.

La bellezza della nostra lingua

La lingua può essere considerata come la concretizzazione della sensibilità e della storia di un popolo; dietro ogni frase c’è una vicenda o una intenzione, dietro ogni espressione c’è il momento di umanità che l’ha fatta nascere; anche una semplice esclamazione si rivela come la voce del costume di una gente: ogni parola ha un’anima e ha una storia che ci collega ai nostri antenati.

Con i secoli la nostra lingua è stata resa adatta a esprimere tutte le sfumature del pensiero: non c’è moto dell’animo o esigenza psico-fisica o marchingegno tecnologico che non trovi nella nostra lingua (così articolata e complessa, ma anche così lucida e armoniosa) l’espressione più significativa.

L’italiano, inoltre, è anche una lingua molto bella (ciò che è universalmente riconosciuto), per la dolcezza dei suoni, per l’abbondanza delle vocali, per l’armoniosa compostezza delle frasi. Non per niente l’italiano è la lingua della musica: e non mi riferisco soltanto ai termini usati dai compositori per chiarire le loro intenzioni espressive (lento, scherzo, allegro non troppo e molto maestoso, allegro con fuoco, andantino semplice, adagio sostenuto…e potrei continuare all’infinito), quanto al fatto che è l’italiano la lingua usata nella maggioranza delle opere liriche di mezzo mondo, in secoli durante i quali l’Italia contava poco politicamente.

Parlare l’italiano è forse difficile, ma è bello; ed è un piacere per gli italiani e per gli stranieri, per chi lo parla e per chi lo ascolta. Se le scelte degli studenti stranieri non fossero frustrate dal ricatto delle necessità di lavoro, le loro preferenze andrebbero senza dubbio all’italiano: tale è il fascino che la vigorosa bellezza e la composta musicalità del nostro linguaggio suscita ovunque.

E invece, proprio noi italiani (io tremo per i più giovani), anche per quanto concerne il linguaggio, siamo diventati schiavi della sottocultura americana: non della cultura di Poe (si badi bene) o di Hemingway o di Melville, ma schiavi della dimensione subumana del “ciuìngam” e dei pollici di Fonzi; esseri umani COCACOLONOZZATI.

Usare le numerose e sottili sfumature dialettiche di espressioni come “certamente”, “senza dubbio”, “va bene”, “d’accordo”, “condivido”, eccetera, non è più necessario, perché basta il suono americano “occhei” per risolvere i nostri problemi espressivi.

Mi vado a fare un “ceccap” non vuol dire né andare a farsi un goccio, né a prepararsi un tramezzino.

I dischi più venduti sono necessariamente i “top ten”: Tra “adolescente”, “giovinetto”, “bimbo”, “bambino” e tutti i loro consimili e derivati in lingua italiana, con tutte quelle forme al singolare e al plurale, al maschile e al femminile, figuriamoci quanto tempo e quanta fatica mentale risparmiamo usando con amorevole semplicità “tineger” e “bebi”.

Nelle nostre squadre di pallacanestro (e devo chiedere scusa se offendo qualcuno perché non ho detto “baschet”) il regista si chiama “pleimecher”; e perciò gli spareggi diventano “pleiof” e “pleiaut”. Sui tabelloni luminosi dei palazzetti dello sport piuttosto che proporre, come avviene dalle nostre parti, “Bancoroma – Carrera”, ora si scrive, imitando l’uso americano, “Ospiti – Locali”, ma solo in poche palestre, perché nella maggioranza dei casi, qui in Italia, con pubblico italiano, e magari con l’aggiunta di qualche slavo o di qualche albanese, supponiamo a Varese o a Torino, ove non risulta che vi siano emigrati americani, ma calabresi e siciliani, i tabelloni segnaletici propongono “Home – Visitors”.

Sono cose da pazzi: quando il nostro nuotatore Giovanni Franceschi stabilisce qualche primato o vince medaglie prestigiose, acquista un fascino maggiore nella mente del telecronista di turno o del giornalista sportivo se lo si chiama affettuosamente “Long John”. Che cosa meravigliosa diventa Giovanni Franceschi quando si trasforma in “LONG JOHN”!

Vittorio De Sica è una gloria nazionale, impareggiabile interprete e regista di scuola italiana, maestro del neorealismo italiano. Il figlio di De Sica sta presentando alla televisione italiana un documentario sulla lunga attività del padre, intervistando famosi personaggi italiani dello spettacolo e usando come voce di fondo quella della diva italiana per eccellenza, Gina Lollobrigida: ebbene, volete sapere il titolo ufficiale di questa serie televisiva? Esso è naturalmente “MOVIE – MOVIE”: e siccome si tratta di un movie – movie esso è un “De Sica rivaival”, con tanto di sigle musicali americane! Evviva il “miusicol”!

Lo spettacolo musicale del martedì, ore 22,30, su RAI UNO, di Paolo Giaccio, condotto da Carlo Massarini, diretto da Piccio Raffanini, persone garbate i cui nomi mostrano chiaramente di essere originari del Massachussets, si deve chiamare “MISTER FANTASY”, se no chi lo vede?

Prendiamo il programma televisivo di un giorno qualsiasi di Canale 5, di lunedì 2 gennaio, per esempio: ore 9, sceneggiato americano; ore 10,30, telefilm americano; ore 12, “Help”, gioco musicale, ore12,30, quiz; ore 13, quiz; ore 13,30, sceneggiato americano; ore 14,30, telefilm americano, “General Hospital”; ore 15,30, sceneggiato americano; ore 16,40, telefilm americano, “Interceptor”; ore 17,40, telefilm americano; ore 18,15, telefilm americano; ore 18,50, quiz; ore 19,30, telefilm americano; ore 20,25, film americano; ore 22,25, telefilm americano; ore 23,25, futbol americano; ore 0,25, film americano. Vive la France!

Presso i popoli che parlano le lingue neolatine, per dare voce a certi momenti di letizia o di euforia oppure a momenti di sofferenza o a scatti d’ira, si usano le parole: “gioia mia”, “bravo”, “porco mondo”, “che bello”, “madonna santa”, “quant’è bona”, “puttana d’Eva”, eccetera, eccetera… L’espressione “mamma mia” è divenuta famosa in tutto il mondo, come simbolo di una certa italianità, non solo secondo gli stranieri. Ma nella società consumistica dei grugniti, degli “schech” e degli “snac”, dei “gulp”, “bang”, “splasc”, “crac”, “crasc” e via dicendo, si usano, invece, suoni gutturali: per cui quasi dimenticavo di ribadire che è necessario esprimere i nostri moti di felicità abbaiando “WAUU”, possibilmente con i pollici rivolti in alto; nei momenti di sconforto il latrato è identico, basta cambiare tono e, facoltativamente, direzione dei pollici…

Ecco lo stile di una lettera scritta da una lettrice al suo settimanale preferito: “Non sono una teen-ager, una metallara, punk, sopravvissuta, post moderna, avant garde. Né un’aspirante Pr e country manager, né tanto meno una single d’assalto alla ricerca di un macho. Sono quasi all’opposto… anche se nel numero di settembre c’è un servizio dedicato a me, ragazza romantico-nature…”

Ed ecco la lingua usata da un giornalista per invitarci allo “sciopping” a Treviso: “Il look è più preppy qui che non a Yale. Anzi, è perfettamente da SR, cioè da Sloane Ranger: studente inglese facoltoso, un po’ snob, amante della campagna e del traditional. Pantaloni scozzesi in lana, giacconi di tweed, pull pesanti possibilmente in cashmere. Dove si compra tutto ciò? Alla casa di Hogg, per esempio, un nuovo negozio di pulloveria chic a prezzi ancora contenuti. Per le scarpe le regole sono meno rigide. Vanno bene anche quelle colorate, decolleté per le ragazze, da vela tipo Top-sider per i ragazzi. Il posto giusto in questo caso è Gico, famoso anche per le magliette da surf. Se c’è voglia di minigonna o di colore fluò, anche qui Fiorucci ha una risposta up to date”.

Conoscere più lingue è una cosa meravigliosa: si rivelano verità non sospettate, si scopre la dimensione di una realtà diversa dalla nostra, ma non per questo meno valida e meno umana; entri a contatto con l’anima di un altro popolo. Il poeta latino Ennio si vantava di possedere tre anime proprio perché CONOSCEVA tre lingue. Io conosco lo spagnolo e me ne vanto, ma se non lo dichiarassi non se ne accorgerebbe nessuno, perché non mi è mai capitato di fare un’ibrida mescolanza dei due linguaggi.

Ma quello che sta avvenendo oggi in Italia, tra cui la violenza che si sta facendo al nostro linguaggio, è qualcosa di molto grave: non è la conoscenza o l’assimilazione dell’anima di una cultura diversa, non è nemmeno il semplice apprendimento di un’altra lingua, ma è qualcosa di peggio dell’ignoranza, è schiavitù morale.

Quando si intacca con tanta facilità il linguaggio di un popolo (e c’è chi ha questa intenzione), vuol dire che molte altre cose e molti altri valori sono già stati intaccati prima e ad altre cose e ad altri valori si sta servilmente attentando. Chi perde la propria identità è già un robot e, come tale, può essere smontato, manipolato e telecomandato.

Dobbiamo acquisire piena coscienza (se ancora non siamo stati plagiati) della gravità del problema e imparare a riflettere, a rispettare noi stessi e a difenderci, anche amando e parlando la nostra lingua.

Emigranti

Ogni tanto si scoprono cose dolorose. Una lunga tradizione del secolo scorso attribuiva all’Italia la palma del paese meno razzista d’Europa, anche in considerazione del trattamento riservato dalla nostra popolazione agli ebrei durante il fascismo e la guerra. Non avevamo tenuto conto, noi meschini, che quegli ebrei (che avevano il solo torto di seguire una religione diversa dalla cattolica) non solo erano italiani come tutti noi, ma erano tutt’altro che poveri: e non erano emigranti. Emigranti eravamo noi e lo siamo stati per un secolo: verso le Americhe, l’Australia e i paesi europei più ricchi ed evoluti. La manodopera italiana, poi italiana e spagnola, poi italiana, spagnola e turca, dalle miniere ai campi, dai cantieri più pericolosi ai lavapiatti, dai lavori più umili ai lavori, a volte, più degradanti, che gli abitanti di quei luoghi non volevano svolgere, ha fatto la ricchezza di paesi come la Germania, la Svizzera, l’Olanda, il Belgio, la Francia…

Quando i giovani scappati dalla miseria italiana approdavano a Nuova York, siccome all’epoca non c’erano tutte le automobili di oggi per poter arrangiarsi facendo i lavavetri, e magari erano costretti a delinquere per sopravvivere, venivano ingaggiati e “protetti” dagli ambienti malavitosi, stile Il Padrino, generando la cupa leggenda che ci contraddistingue come la mafia italo-americana. E negli anni cinquanta e sessanta gli italiani d’Italia, che non erano razzisti (così si diceva e si pensava), non solo si sbalordivano ma si incazzavano ferocemente di fronte agli episodi di intolleranza, molto più limitati di quanto si possa credere, di cui si sentiva raccontare: come, per esempio, quelli dei cartelli posti davanti ad alcuni locali con la scritta “Vietato l’ingresso ai cani e agli Italiani”.

Oggi l’migrazione italiana verso l’estero non c’è più (scappano solo i cervelli migliori e i giovani scienziati), anche se perdura come una cancrena l’emigrazione interna da Sud a Nord, soprattutto dei nostri giovani laureati (quattrocentomila “spostamenti” in cinque anni): al contrario, sono i nuovi poveri del mondo che vengono da noi, dall’Africa, dove si muore di fame di sete e di guerre, che abbiamo colonizzato e dissanguato, dall’Asia, dove si muore di bombardamenti e di degrado, dai paesi dell’ex Unione Sovietica e dai Balcani, dove il proliferare di generazioni di nuovi miliardari ha ridotto allo stremo milionate di poveri cristi. Siamo diventati anche noi un paese che riceve emigranti, per amore o per forza, che scappano dalla morte, pronti a morire nei loro viaggi da incubo verso i democratici paesi della libertà e del benessere. Arrivano già formati, con il loro straordinario bagaglio di cultura e di umanità, spesso laureati, pronti al lavoro e ai sacrifici. Ed ecco la novità: gli Italiani si sono scoperti razzisti, intolleranti e schifiltosi: nella propaganda politica, nella insensata polemica religiosa, negli atteggiamenti di ripulsa di chi è diverso da noi (ma nessuno è diverso da noi), nella improvvisa difesa della cattolica civiltà occidentale anche per quanto riguarda la costruzione di luoghi di culto, nelle quotidiane offese fatte anche in televisione da parte di gente comune autorizzata a parlare, persino nelle leggi come la Bossi-Fini, di cui molti si vantano. Siamo un paese che sembra aver subito un trauma da ciò che mai ci era capitato prima, perché prima eravamo noi le vittime, noi gli attori, mentre adesso siamo diventati noi gli spettatori, noi i carnefici: e ci siamo scoperti razzisti e di cervello corto, molto corto. Eppure, la storia ci insegna che immigrazione significa ricchezza e slancio, significa vita e progresso, come dimostrano gli Stati Uniti in primis, il Canada, l’Australia, Israele… Eppure, un milione di famiglie italiane hanno risolto i loro gravissimi problemi esistenziali, logistici e familiari proprio assumendo, per la cura della loro casa e dei loro cari, un  milione di “badanti”, le quali e i quali stanno svolgendo una funzione etica, sociale e civile eccezionale, da meritare una medaglia, ma almeno il riconoscimento e la gratitudine. Eppure, tanti altri lavorano in tante altre parti con costanza, con speranza, con soddisfazione di chi li impiega, spesso sottopagati. Eppure, ora siamo arrivati al punto che in tutta Italia si parla del gravissimo e terribilissimo problema dei lavavetri e alcuni sindaci hanno emanato le loro direttive per toglierli dalla circolazione (e ci sta pensando anche un ministro), anzi per toglierli dalla vista, perché, sant’Iddio, quanto sono fastidiosi! Per toglierli e basta senza voler sapere dove andranno a finire, dove andranno a finire, dove. Ma noi Italiani, che apparteniamo alla razza di coloro che non erano razzisti e che, per fortuna, abbiamo conservato questa eredità genetica, perché razzisti non lo saremo mai (e, se permettete, abbiamo conservato anche l’intelligenza e la capacità di guardarci intorno con occhi puri), preferiremmo che fossero cacciati dalla circolazione gli spacciatori, i grossi e piccoli venditori di veleno, i mafiosi, i corrotti e i corruttori.

Valentimo

Se c’è un personaggio di cui siamo ammiratori sfegatati a prescindere, per la sua simpatia, per la sua sicurezza, per la sua intelligenza, per la sua spavalderia, ma soprattutto per le sue qualità uniche come atleta e asso del motociclismo, che ci ha fatto vivere e ancora ci fa vivere mille emozioni, questi è Valentino Rossi, il dottore, messaggero nel mondo dell’abilità italiana nello sport, come Alberto Tomba, come Pietro Mennea, come Deborah Compagnoni, come la Ferrari. Quello che non ci garba, come al solito, è il fatto che molti assi dello sport, furbescamente, vadano a risiedere altrove, a Montecarlo, per esempio, per non pagare le tasse. Non ci piace il discorso fatto dal pilota Giancarlo Fisichella, che consiglia a Valentino Rossi di fare come ha fatto lui e cioè mettersi d’accordo con il fisco per pagare tre milioni e mezzo di euro invece dei diciassette milioni evasi che gli avevano accertato. A che gioco giochiamo, signori delle tasse? L’evasione fiscale è un reato gravissimo, fatto a danno della nazione, e si pone nella categoria dei reati di tradimento: Al Capone, in America, è finito in galera, vedi un po’, per evasione fiscale. Ed è un reato tipicamente italiano, di cui la nostra patria dovrebbe vergognarsi davanti agli uomini e davanti al Dio che molti dicono di adorare e di cui invocano la protezione facendosi il segno della croce; e non è concepibile che persone ammirate e prese d’esempio si macchino di un reato per il quale non esiste forma di assoluzione. Valentino Rossi, che è un nostro idolo, ha detto che se i conti non tornassero egli si assumerebbe tutta la responsabilità: noi ci auguriamo che se questo significhi che deve pagare settanta milioni, il campione paghi settanta milioni, senza che i suoi procuratori e il fisco facciano la carognata di sbattere in faccia alla gente un condono incomprensibile e ingiusto. Alè, dottore, facci vedere chi sei! Noi ti vorremmo sempre vincente in ogni campo.